Armando Barrios
(...) Viene la pintura de Armando Barrios del abstractismo, que ha debido de ser para él una purificadora renuncia, una oscura noche, una obediencia a la oscuridad, para que algo, la luz, se hiciera. Y así tienen sus figuras la fragancia de una flor que se abre, que se despierta temblando dura y fría con su tiempo consigo. La geometría se unió a la oscuridad de las entrañas de la tierra tan visitada por el sueño, y se hizo cristalina arquitectura, como si se hubiera despertado una luz yacente en esas profundidades, un yacimiento de luz apresada que al despertarse se libera. Y se hace arquitectura por la presencia de la figura, de las figuras que han despertado también y que del despertar tienen las alas. Porque todo despertar es anunciación.
Despierta la luz al espacio prisionero o vacío, a la hundida presencia, a la palabra, pájaro de la verdad. Es la ascensión a la verdad, hacia ella, de lo que no llegó a ser realidad y la atraviesa. Sin esos yacimientos de aprisionadas o hundidas realidades, el arte, especialmente el de la Pintura, no existiría, como no existiría poesía, si al hombre algo de su alma no se le hundiera o se le hubiera ocultado. Ni pensamiento si la realidad fuera total y la visión la poseyera por completo.
No es la realidad visible el objeto, ni el motor de la pintura, sino la oculta o no aparecida aún. Mas, al salvarla, la pintura la pasa por la realidad, la forma según ella, aceptando la ley de la presencia y la figura; como ley, no como ilusión. Pues, que ninguna obra de humana creación puede ir en busca de la realidad, sino por algo que a la realidad le falte: verdad, unidad, intimidad o más bien, adentramiento. Por la verdad que no tiene, como si en la realidad hubiera ante la humana mirada un exceso que hay que reducir y una inercia que hay que despertar.
Algunas figuras de la pintura de Barrios parecen haberse desprendido de la cristalina cueva. Son las más pobres: el color, si de color por sí solo puede hablarse, es sombra de luz, pura luz cuajada. Es el color en que la luz se desnuda y a la vez se envuelve para no herir, son ellas mismas arquitectura, ellas mismas espacio y cuerpo. Por ello no tienen, ni necesitan atmósfera; no irradian ese polvo de lo que se desrealiza, indicio de perdición de la realidad irradiante; esa sospecha y esa congoja que al corazón del hombre le acomete ante la realidad cuanto más esplendoroso, más fosforescente se muestra. Pues, que lo más amenazador de la realidad no es que se escape, sino que se desrealiza en ésa su radiación perenne. Ha debido de ser sentido muy agudamente, antes de que nada de ella se supiera. Y el hombre al sentirlo así, ha acudido a la realidad para reducirla, para deshacerla también; a veces, para encontrar bajo ella y más allá de ella, algo así como el ser y la verdad. Y no ha podido realizarse este suceso, sufrirse esta pasión tan sólo en el pensamiento. La Pintura que lo anuncia, ha participado en él. Y así, en lugar de nacer de una mirada que posee o pretende poseer lo que ve, ha nacido de una mirada que se desposee, es decir, de un acto de desprendimiento del propio yo que renuncia a su presa. Una mirada que transforma las cosas en seres, las figuras en presencias y verdades. Un pintor español, Zurbarán, el anunciador de todo un futuro de mirar y pintar lo realizó dejando como abandonadas a la divina voluntad todo lo que pintaba; su pintura misma. Y la pintura de Armando Barrios desde tan lejos -lugar, tiempo- aparece por todo, pero más visiblemente en estas figuras desprendidas de cristalina cueva, en esas figuras, puras presencias, a él afiliadas.
Despierta la luz al espacio prisionero o vacío, a la hundida presencia, a la palabra, pájaro de la verdad. Es la ascensión a la verdad, hacia ella, de lo que no llegó a ser realidad y la atraviesa. Sin esos yacimientos de aprisionadas o hundidas realidades, el arte, especialmente el de la Pintura, no existiría, como no existiría poesía, si al hombre algo de su alma no se le hundiera o se le hubiera ocultado. Ni pensamiento si la realidad fuera total y la visión la poseyera por completo.
No es la realidad visible el objeto, ni el motor de la pintura, sino la oculta o no aparecida aún. Mas, al salvarla, la pintura la pasa por la realidad, la forma según ella, aceptando la ley de la presencia y la figura; como ley, no como ilusión. Pues, que ninguna obra de humana creación puede ir en busca de la realidad, sino por algo que a la realidad le falte: verdad, unidad, intimidad o más bien, adentramiento. Por la verdad que no tiene, como si en la realidad hubiera ante la humana mirada un exceso que hay que reducir y una inercia que hay que despertar.
Algunas figuras de la pintura de Barrios parecen haberse desprendido de la cristalina cueva. Son las más pobres: el color, si de color por sí solo puede hablarse, es sombra de luz, pura luz cuajada. Es el color en que la luz se desnuda y a la vez se envuelve para no herir, son ellas mismas arquitectura, ellas mismas espacio y cuerpo. Por ello no tienen, ni necesitan atmósfera; no irradian ese polvo de lo que se desrealiza, indicio de perdición de la realidad irradiante; esa sospecha y esa congoja que al corazón del hombre le acomete ante la realidad cuanto más esplendoroso, más fosforescente se muestra. Pues, que lo más amenazador de la realidad no es que se escape, sino que se desrealiza en ésa su radiación perenne. Ha debido de ser sentido muy agudamente, antes de que nada de ella se supiera. Y el hombre al sentirlo así, ha acudido a la realidad para reducirla, para deshacerla también; a veces, para encontrar bajo ella y más allá de ella, algo así como el ser y la verdad. Y no ha podido realizarse este suceso, sufrirse esta pasión tan sólo en el pensamiento. La Pintura que lo anuncia, ha participado en él. Y así, en lugar de nacer de una mirada que posee o pretende poseer lo que ve, ha nacido de una mirada que se desposee, es decir, de un acto de desprendimiento del propio yo que renuncia a su presa. Una mirada que transforma las cosas en seres, las figuras en presencias y verdades. Un pintor español, Zurbarán, el anunciador de todo un futuro de mirar y pintar lo realizó dejando como abandonadas a la divina voluntad todo lo que pintaba; su pintura misma. Y la pintura de Armando Barrios desde tan lejos -lugar, tiempo- aparece por todo, pero más visiblemente en estas figuras desprendidas de cristalina cueva, en esas figuras, puras presencias, a él afiliadas.
María Zambrano, "Verdad y Ser en la Pintura de Armando Barrios".
Roma, 1960.
El Nacional. Caracas, 1960.
Revista Arthropos. Madrid, 1987.
El Nacional. Caracas, 1960.
Revista Arthropos. Madrid, 1987.
Visite o site dedicado ao pintor venezuelano Armando Barrios
2 Comments:
Belos quadros.
E já agora, desejos de um 2006 rico em coisas bonitas.
M
Excelente esse BArrios. Boa descoberta. E bons blogs
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